EN LA OFICINA DE TRENES

 

       Al poco tiempo tubo lugar la muerte de su padre, y como Prabhat era el hijo mayor, tuvo que hacerse cargo de la familia y mantenerla, por ello dejó la brillante carrera de estudios en Calcuta y retornó a su hogar paterno en Jamalpur. Allí empezó a trabajar en el departamento de contabilidad de la oficina de trenes en donde su padre había trabajado.
         En estos momentos la segunda guerra mundial estaba en pleno  apogeo y como la India todavía no era independiente, sino que era una colonia Británica, pues se encontraba afectada por la participación de Inglaterra en la guerra. Los movimientos de liberación de la India estaban en sus comienzos y había una gran oposición de aquellos que se beneficiaban del dominio Británico con grandes sueldos y sobornos. Eran esclavos del dominio Inglés, Prabhat fue testigo de como muchas personas se iban corrompiendo, cómo algunos empezaron a traicionar el movimiento para la liberación y a sus amigos, sólo para probar su fidelidad a los Ingleses y la moralidad desaparecía de la vida personal de cada uno. El dinero sustituía a la moralidad, los sobornos con los que pagaban los Ingleses a los Indios, hacía que muchas personas fuesen capaces de todo, incluso de matar a sus compatriotas.
         Todo esto turbaba profundamente a Prabhat, a pesar de esto, de todas estas corrupciones, años mas tarde se logró la independencia de la India.
         En la oficina de trenes, todos admiraban profundamente a Prabhat, incluso los jefes y aquellos mayores que él. Cuando querían hablarle, en vez de llamarlo a sus oficinas como hacían con otros trabajadores, ellos mismos iban a la oficina del muchacho y le trataban con enorme respeto. En poco tiempo se difundió por toda la oficina la reputación de quiromántico y como conocedor del futuro a raíz de que un día los compañeros de trabajo se dirigían a un campo a jugar un partido de fútbol. Prabhat llamó al muchacho y le preguntó por qué cojeaba, a lo que el muchacho le contestó que no cojeaba y que estaba perfectamente y en camino de jugar un partido de fútbol. Pero esa misma tarde durante el juego se torció una pierna y estuvo cojeando durante varios días.
        Con sus compañeros de trabajo hablaba con frecuencia de sucesos que ocurrirían posteriormente en diversas partes del mundo y todos se maravillaban cuando veían esos mismos acontecimientos descritos con detalle en los periódicos días o semanas después.
        Como los hechos correspondían exactamente con la descripción que Prabhat había hecho de ellos, empezaron a tener tal confianza en él que las personas cuando estaban enfermas iban a pedirle consulta. A veces él simplemente les recomendaba un té de hierbas que con la infusión quedaban inmediatamente aliviados. También iban a consultarle cuando tenían otro tipo de problemas. Historias como éstas se esparcieron por todas partes, hasta incluso a los oídos del jefe de la oficina de trenes, un Inglés, el cual se dirigió una vez a la oficina de Prabhat preso de una extrema agitación a pedir una recomendación sobre su esposa que se encontraba muy enferma en Inglaterra. Acababa de recibir una carta e ella en la que le decía que iba a ser sometida a una seria operación y que tal vez le tendrían que quitar un riñón, aunque el grupo de doctores que la atendían no habían llegado a una conclusión acerca del diagnóstico.
         Prabhat cerro los ojos un momento y le dijo al Inglés que no había necesidad de preocuparse tanto, pues la enfermedad que aquejaba a su esposa no era grave y que una intervención pequeña sería suficiente para curarla. Prabhat le dijo que escribiera una carta a su esposa para que ella insistiese a los doctores para que le realizaran un minucioso estudio de radiografías para que se dieran cuenta los doctores de que no era necesaria una gran intervención. El oficial Inglés se fue muy consolado, pero, en su interior temía que los doctores en Londres no prestasen atención a las sugerencias de su esposa. A él le hubiera gustado dar él mismo las sugerencias a los doctores, pero el viaje en esas circunstancias y en tiempos de guerra le hubieran llevado por lo menos un mes en llegar allí.
         Su única posibilidad era además de enviar la carta, enviar también un telegrama. Cuando terminó volvió otra vez donde estaba Prabhat y le pidió que orase por su esposa, a lo que el muchacho le dijo que no se preocupase y que dentro de poco vendría su esposa a la India.
         Poco tiempo después cuando los Británicos habían ganado la guerra y el viajar se había convertido en fácil y seguro, la esposa del oficial vino a Jamalpur.
         Después del trabajo el jefe de la oficina de trenes invitó al joven Prabhat a su casa para tomar el té y presentarle a su esposa que acababa de llegar de Inglaterra.
         Ella estaba en el salón sirviendo el té y cuando vio entrar a Prabhat acompañado de su marido, se llenó de júbilo y empezó a saltar de alegría y con lágrimas en los ojos por la emoción le dijo a su marido que se trataba del mismo señor hindú que había estado discutiendo con los doctores durante 40 minutos para convencerles de que no era necesaria una intervención mayor y que si no hubiese sido por él, los doctores en la operación le hubiesen quitado un riñón y eso significaba de acuerdo con el diagnostico de los doctores que no le quedarían muchos años de vida.
         Ambos esposos se quedaron perplejos pues el oficial sabía que no se había ausentado de la oficina ni un sólo día y los ojos del matrimonio se abrieron a los maravillosos poderes de la espiritualidad.
 

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